martes, 19 de noviembre de 2013

Letras contadas

Los libros como tal, existen desde tiempos inmemorables, algunos hablan de religión, matemáticas, geometría, animales, ciudades, continentes, culturas, de vidas reales o ficticias, un sinfín de temas que se pueden encontrar entre sus páginas. A veces no tienen el mérito que deberían porque el acercamiento a ellos no siempre es el más bonito o no se le da relevancia, en ocasiones esta aproximación se da por deber o por gusto, en mi caso, fue por necesidad.
La mente es algo maravilloso, poder recordar miles de pequeños momento y detalles que nos remiten a otros hechos sucesivamente hasta no recordar cómo o con qué pensamiento es que se inició esa cadena, es algo que al ser humano se le da bien. Muchas de las veces, estos recuerdos sacan sonrisas, aunque no siempre. Cuando en la vida de una persona no hay suficientes momentos felices, esta cadena de recuerdo puede ser muy corta o volverse algo insoportable.Te preguntarás: "¿por qué me está diciendo esto, no iba a hablar sobre libros?" Pues verás, una cadena de pensamientos es lo que me llevó a los libros.
Antes de aprender a leer aprendí a memorizar, mi madre me leía cuentos antes de dormir y de tanto escucharlos me los memoricé, página por página, esos eran los únicos momentos felices, cuando me olvidaba de lo que ocurría a mi alrededor y me concentraba solamente en las aventuras de Winny Pooh. En el preescolar no enseñaban a leer, eso me lo enseñó mi madre y aprendí bastante rápido.
Generalmente estábamos solas mi mamá y yo, era mejor así, todo era más tranquilo. Pero no siempre me podía llevar a todas las actividades que tenía que realizar. A veces yo me quedaba sola y no tenía qué hacer o con quién jugar. Pasaba gran parte de mi tiempo dibujando y recordando para mí misma los cuentos que había aprendido gracias a mi madre. Recordando las historias con su voz, "leía" las historias pasando las páginas y guiándome con los dibujos. Aunque estarás de acuerdo conmigo en que no cuenta cómo leer si ya te sabes de memoria el texto, así que a falta de libros tuve que tomar otras medidas.
En la casa donde pasé mi niñez había estantes con libros de todo tipo, la mayoría de teología, matemáticas y astronomías, todos de mi abuelo paterno, quien era profesor de matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, quizá de ahí surgió la idea de entrar en ésta. Ya estaba en la primaria cuando en cada oportunidad iba al librero, tomaba un libro y comenzaba a leer, no importaba mucho que no entendiera lo que estaba pronunciando, me importaba que podía hacerlo (a diferencia de otros compañeros de la escuela que apenas estaban aprendiendo a leer su propio nombre). Me gustaban más los libros sobre fauna silvestre (porque tenía enorme fotografías de los animales e insectos) y un gran libro de cuentos ilustrados de Disney.
Con el tiempo terminé quedándome sin mucho qué leer, por lo que repetía mis favoritos después de acabar las tareas. Cuando comencé a recibir el tan esperado "Domingo", pude ir juntando y comprando libros pequeños que encontraba en el tianguis por 10 pesos. Mis favoritos en ese entonces eran las fábulas y los cuentos infantiles que venían en los libros de texto de la primaria. Conocí desde brujas con verrugas y calderos hasta ratones que huían de las serpientes para no ser devorados.
Tal vez en la vida real los sucesos no eran agradables ni nada de lo que yo esperaba, pero en los libros siempre había sorpresas y algo interesante que ver. Probablemente mi inicio en la lectura no fue por gusto, pero con el paso de las páginas me fui adentrando y maravillando en un mundo distinto. En los libros descubrí mucho de lo que hoy en día aprecio: una buena historia, el imaginar esos escenarios, esas personas o la época en que se desarrolla. Conforme fui avanzando escolarmente las lecturas fueron complicándose y multiplicándose, pero no han dejado de ser importantes en mi vida.
No puedo pensar en una época de mi vida en la que no haya tenido un libro presente, aunque debo admitir que en bachillerato fue cuando leí más libros por gusto, desde historias sobre mazones hasta sagas que me dieron horas de entretenimiento. Estoy segura de que esto se debió a que no necesitaba leer, ya no vivíamos con mi padre y era completamente por gusto. Actualmente puedo decir que no me interesa sólo el final del libro, sino que me llama la atención la forma en que esta´compuesto, los giros de la historia que cambia por completo lo que en algún momento pensé ocurriría.
Si no eres asiduo a la lectura, tal vez deberías reconsiderarlo, porque al menos en mi caso (y seguramente en muchos más) me permitió sobrellevar la vida que tenía. Incluso si tienes una vida muy bueno, no está mal salir de "paseo" de vez en cuando, conocer otros lugares, otras vidas y, porque no, identificarse con algún personaje. Encontrar un autor que tenga un estilo que te llame la atención y agrade.
¡Ah!, pero no sólo conocer por conocer, también aprender, leer cosas que terminarán ayudándonos a crecer intelectualmente. Puede que como estudiantes muchas veces digamos "no quiero leer", "está muy aburrido", "es un tema difícil" y de más excusas para no leer, pero les puedo asegurar que sea la lectura que sea, si aprendes algo con ella, habrá valido la pena, porque no fue perder el tiempo, fue aprender algo nuevo.
La lectura deja huella, y leer un texto que hayamos leído cuando éramos más jóvenes no será lo mismo que leerlo ahora, porque así como nosotros crecemos, le damos más o distintos significados a las mismas palabras. ¿Nunca te ha pasado? Si no, bien podrías tratar, te gustará. Los libros son como las personas, van y vienen, pero para conocerlos hay que interactuar con ellos... leerlos.

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