lunes, 28 de septiembre de 2015

Una pequeña verdad sobre los peces y las algas

Hace poco fui a conocer la playa por primera vez, y ahí me di cuenta de una realidad que seguramente no conocen.
¿Se han dado cuenta de que cuando la marea está fuerte, las algas llegan a la playa?
Tal vez alguna vez te preguntaste ¿cómo es que se pueden zafar del fondo del mar tantas algas? Pues verán, una fuente muy confiable (un pequeño pez que conocí antes de que pudiera volver a más abierto), me comentó que los peces no son como todos los imaginábamos. Todos pensamos que ellos respiran solos bajo el mar, y que no se asoman a la superficie, primer gran error.
La verdad es que los todos los pececitos tienen que aguantar la respiración y nadar al fondo para tomar un alga y volver a la superficie. Como las algas tienen forma de tubito, las usan de snorkel para poder nadar bajo el agua sin preocuparse. Pero claro, son muy olvidadizos y despistados, por eso es que a cada rato los pierden o se los comen y tienen que volver por otro.
Al ser todos muy parecidos y coquetos, tienen que usar cosas para diferenciarse y verse mejor. A las pececitas les gusta usar pelucas y faldas hechas con algas, las usan largas cortas, en diagonal, algunas incluso combinan muchos tipos de alga para tener distintas tonalidades. Pero al no tener orejas ni cadera como las nuestras, con una corriente lo suficientemente fuerte o al escapar de algún depredador, las pierden y después tienen que volver a hacerse otra, cortando y cortando algas.

Afortunadamente las algas crecen en abundancia, pero las personas que caminan por la playa y ven todas esas algas no se han puesto a indagar la razón de que lleguen tantas. Todos los pequeños snorkel, pelucas y faldas perdidas por los despistados seres acuáticos terminan en las playas de todo el mundo. Así de simple es la respuesta a cómo llegan tantas algas a las playas. Ahora conoces un misterio más de nuestro planeta, y ya no tendrás que preguntarte cómo llegan tantas a la costa.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Sombrero heredado

Todos en algún punto de nuestras vidas hemos heredado prendas, ya sean suéteres, pantalones, bufandas, chamarras, sombreros… alguna vez se han preguntado ¿qué vivió ese sombrero heredado? Seguramente no, por eso es que esta semana te traigo lo que me contó uno de ellos.
Cuando recién fue desempacado y puesto en el aparador, tenía la incertidumbre de saber qué clase de dueño le iba a tocar tener, se imaginaba que al ser un sombrero negro de vestir, con cinta alrededor, terminaría en una cabeza adinerada y poderosa. Tuvo razón, pero no tanta. A la semana de llegar a la tienda, una joven que vestía un largo y fino vestido, lo compró como regalo para su esposo, un joven empresario que apenas iba despuntando en la compañía de bienes raíces donde había logrado entrar. Ella se fue muy contenta y el sombrero se fue con la expectativa de brillar en la alta sociedad.
Cuando llegaron a casa, ella le puso un enorme lazo y espero a que su esposo volviera. Después de cenar le entregó la caja con el joven e inexperto sombrero. Él la besó y se probó la nueva adquisición que le quedaba un tanto grande. El tiempo pasó y la feliz pareja pensó que nada podía arruinar lo que estaban construyendo, hasta que la compañía quebró. Los malos manejos bien enmascarados del director, habían llegado al punto en que no podían hacer nada por salvarla. Él se quedó sin empleo y ella con un pequeño en su vientre.
Por más que buscaba trabajo, no lograba que lo contrataran y los pocos ahorros que tenían comenzaban a terminarse. El sombrero fue testigo de todo ello, viendo en el rostro de su dueño la preocupación por sacar adelante a su familia. No podía quedarse ahí, tan campante como si fuera ajeno a esa situación. Una tarde, regresando de una de las tantas incursiones fallidas por empleo, el sombrero vio un anuncio de “Se solicita carpintero”. No sabía si resultaría, pero aun así, apenas sintió una leve brisa se dejó llevar hasta el modesto establecimiento.
Como era de esperarse, su dueño y amigo corrió para alcanzarlo. Lo logró, justo antes de que el pequeño temerario, terminara a dos pelos de la cortadora industrial. Al incorporarse y volver a ponerlo en su lugar, vio el anuncio y preguntó si aún lo requerían. Para su fortuna el carpintero era un hombre de corazón noble que vio en su rostro la necesidad, así que no le importó su inexperiencia. “Mañana a las 8 de la mañana”. Por primera vez en varias semanas, el joven sonrió.
Al día siguiente comenzó su aprendizaje y en muy poco tiempo aprendió todo lo que necesitaba para llevar adelante el taller. No ganaba de más, pero fue lo suficiente para poder darle a su familia una vida sin carencias. Su sombrero, siempre estuvo acompañándolo, viéndolo sudar y llenándose de aserrín cada día, comenzaba a verse opaco y perder su color por las veces que habían andado bajo la lluvia y el sol. A los pocos meses nació Refugio. Desde pequeño el hijo del ahora carpintero, aprendió de su padre lo que era el trabajo duro, el pelear por quienes se ama y sobre todo, tener siempre la voluntad de levantarse sin importar el cansancio, ni las veces que la vida te tumbe o dé una mala pasada.
El hijo fue a la universidad y se tituló con honores. Antes de la ceremonia sus padres se vistieron con lo mejor cuidado de sus ropas, y el padre estuvo a punto de ir sin sombrero por no querer avergonzar a su hijo. Refugio lo tomo y lo llevo bajo el brazo, esperando a que estuvieran en el lugar del evento para dárselo a su padre: “si hay algo que me enorgullece en la vida, es ser tu hijo y saber que todo lo que sé sobre trabajo, dedicación y fuerza, es gracias a ti. Nunca podría sentirme avergonzado de ti, al contrario, ambos son mis más grandes enseñantes”.
El padre no pudo más que abrazar a su hijo y a su esposa. En ese momento, el sombrero supo que sin importar las miles de cabezas nobles que pudiera haber en el mundo, su lugar estaba ahí, con personas de noble corazón y firme voluntad. Con el paso del tiempo el carpintero ganó más años, más marcas en sus manos y arrugas en su rostro. El sombrero lo acompañó en todo momento, hasta que llegó el momento en que ya no tenía que ir a trabajar. Refugio había conseguido un buen empleo y ganaba lo suficiente para devolver a sus padres una parte de que lo mucho que les debía. En ese momento, cuando su hijo le dijo que no tendría que preocuparse por nada, el padre le dio el sombrero y le dijo: “eres mi mayor orgullo y sé que llegarás lejos, no puedo darte mucho, sólo estas palabras y este sombrero que me ha acompañado desde antes de que nacieras”.
El hijo lo aceptó y uso con el orgullo que le concedía la vida de su primer dueño. Ese sombrero sigue dentro de esa familia y ha pasado de mano en mano con la historia que aquí te relato. Ha escuchado y visto todos los eventos importantes, ahora ya es mucho más viejo y sabio que cuando llegó a ese aparador, pero no se cansa de contar las historias que vivió con ese carpintero, me lo contó a mí.

Seguro que ahora te preguntarás qué historia hay detrás de ese collar, o ese broche que te dio tu abuelita. La verdad es que lo puedes saber, si te detienes a escuchar.

martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cómo llegó la Pingüina?

Los parques de diversiones son lugares donde todo puede pasar, tanto bueno como malo. Ese es el meollo en la historia una pingüino que conocí en uno de esos parques. Yo tenía 3 años menos que ahora, y ese día era especial.  Mi entonces aún no novio me llevó a un festival de terror que se iba a realizar en dicho parque. Antes de que comenzara a oscurecer subimos a varios y juegos y también entramos a la zona de juegos de azar, a ver si conseguíamos algo. Es ahí donde comienza el relato.
Ella era muy dulce, bueno, sigue siendo, sólo que en ese entonces no conocía a nadie más que los demás pingüinos que compartían aparador con ella. Para su desgracia, todos se tomaban muy en serio su papel de muñecos y no hablaban entre ellos. La pequeña aún sin nombre, sólo quería tener a alguien con quien poder platicar.
Es de comprenderse que todos necesitemos alguien con quien poder intercambiar palabras, más siendo un ser mágico con enormes ojos y relleno felposo. Se sentía muy triste y no podía decir ni hacer nada para cambiarlo, sólo podía esperar. Los niños lo saben, pero seguramente tú no: un muñeco sólo puede moverse después de que alguien los tome bajo su cuidado, así es, aunque ellos pueden pensar, imaginar, soñar, algunos incluso hablar muy bajito, no pueden moverse y eso es algo que los estresa demasiado.
Bueno, la cosa es que ella estaba en uno de los juegos a los que fuimos. Como era un juego que me gustaba, no tuve problema en ganar, pero ahora venía la parte tardada: elegir el premio. Había changos, bananas con rastas, perritos, aves, conejos y de más, pero entre todos ellos, como era de esperarse, me dirigí a los pingüinos sin dudarlo. No sabía a quién elegir, aunque todos estaban hecho bajo el mismo patrón, no tenían la misma mirada.
Había uno que estaba irradiando alegría, me vi tentada a tomarlo… hasta que la vi. Estaba rodeada de los demás pingüinos, pero no se veía como ellos, no se veía feliz, a pesar de tener esos enormes ojos lilas que combinaban con sus patitas y aletitas. Ella necesitaba un abrazo, así que ella fue la elegida. Cuando la bajaron del estante, lo primero que hice fue abrazarla, y de inmediato me puse a pensar en el nombre adecuado para ella.

Fuimos a las atracciones de terror y ella nos acompañó, se asustó con nosotros y sonrió por lo bajo cuando la abrazaba con fuerza en cada susto. Antes de que acabara el día y volviéramos a casa, ella ya tenía nombre y una familia a la que pertenecía y con la que podía platicar, como tanto lo había deseado. Ella es Candy y seguramente aquí sabrás mucho sobre ella.

lunes, 31 de agosto de 2015

Calcetín derecho, ¿y el izquierdo?

¿Alguna vez te has preguntado, a dónde van tus calcetines mientras duermes? Sí, leíste bien, ¿A dónde van? No creas que amanecer con los calcetines puestos, es señal de que no se retiraron en ningún momento de tus pies. Si lo pensabas así déjame decirte que estás muy equivocado y has vivido engañado.
Los calcetines tienen mente propia, adquirida por la intensidad de los gases a los que son sometidos desde su primer puesta. Estos gases son tan potentes que incluso pueden llegar a romperlos y dejarlos con un hoyito por el que los deditos más curiosos, no dudan en asomarse, y después, le echan la culpa del desperfecto a una uña mal cortada, o muy bien afilada.
Claro, algunos son más listos que otros, pero hay algo que todos comparten como instinto: las ganas de pasear. A ellos no les gusta quedarse en cama, esperando a que su humano decida ponerse en marcha, no, no, no. A ellos les gusta esperar hasta escuchar el primer ronquido, para deslizarse y comenzar a saltar por la habitación, conociendo a cada inquilino y zapato que encuentran por el suelo.
También tienden a ser muy traviesillos, por lo que si encuentran a alguna mascota perdida en su quinto sueño, no dudan en acostarse en su nariz y esperar a que el pobre despierte por el olor que se cargan. Ahí tienes la respuesta del por qué a perros y gatos les gusta morder los calcetines: para desquitarse de las veces que los fastidiado con sus efluvios saca lagrimita.
Así se la viven, gozando de sus paseos y momentánea libertad, hasta que es tiempo de volver. Ya te imaginaras lo difícil que es para ellos (pequeños seres sin brazos) subir a la cama y volver a enfundarse en los pies de los que habían escapado. Como les cuesta trabajo, a veces tardan demasiado y no alcanzan a llegar. Cuando ven movimiento, desisten y se quedan tumbados donde sea que estén, ya sea entre las sabanas o al pie de la cama.
Algunos que llegan, tienen la fortuna de atinarle a cuando el pie esta al derecho o al revés, otros se meten como pueden, y terminan con el talón al frente o a medio deslizar, haciendo que el humano los tome y acomode como es debido, sin asomo de sospecha por las actividades clandestinas en las que sus calcetines están inmersos.
Ésta también es la razón por la que a veces en la lavadora, tratan de escapar y quedan atorados o las parejas quedan separadas. Ellos le tienen miedo a ser lavados, porque piensan que cuando estén limpios y perfumados su inteligencia podría verse afectada, aunque es algo poco probable. Pero no hacen caso, porque a ver, trata de explicarle eso a un calcetín.
Ahora ya sabes por qué hay días en que amaneces sin calcetines, o con ellos al revés e incluso a medio poner. Son criaturitas simpáticas y aventureras, por eso no te desesperes si siempre que despiertas es sin calcetines, aunque paseen cada noche, puedes estar seguro de que te quieren por haberles dado vida.


lunes, 24 de agosto de 2015

Hoja en blanco, explicación pingüinesca.

Puedo apostarles que en algún momento de sus vidas no han sabido cómo empezar un escrito, ya sea por placer, de la escuela e incluso del trabajo. Muchas veces tenemos la idea de lo que va a tratar, pero al momento de querer iniciar y dar el contexto que nos va a llevar a esa gran idea (al menos para nosotros) pasa que no tenemos ni la menor idea de cómo hacerlo.
Recuerdo que mi profesor de Taller de redacción, nos decía que eso de “el mal de la hoja en blanco” no existía y que solamente eran excusas que dábamos para no forzarnos a escribir. Siempre fue algo que dudé, porque a cada rato soy víctima del mismo. Así que después de mucho pensarlo, analizarlo, estudiarlo y una buena cantidad de intentos fallidos, llegué a una conclusión que estoy dispuesta a sostener.
De acuerdo con mis estudios el mal de la hoja en blanco sí existe, pero lo que no saben es que en realidad se trata de un pequeño gusano blanco que está dentro de nuestro cerebro. Generalmente se la vive paseando por el sistema circulatorio, pero cuando escucha que es momento de escribir aquello que, para acabarla, han estado aplazando por la indecisión de no saber sobre qué escribir, decide nadar a toda prisa al cerebro para dejarlo en blanco.
¿Quieres saber cómo lo hace? Pues sencillo, resulta que el pequeño enemigo de la escritura, es muy simpático y se pone a platicar con las neuronas, haciéndolas olvidar el tema sobre el que querían escribir. Así de simple el portador se queda durante minutos, incluso horas frente a la hoja o la computadora, sin tener más idea que de su nombre.
Muchos grandes filósofos y escritores han tenido que lidiar con este conflictivo habitante. No podría enumerar la cantidad de personas que son atacadas y para nuestra desgracia no existe una cura como tal, sino que para evitar sus atropellos no nos queda más que pensar bien lo que queremos decir y tener a la mano donde anotarlo y no perderle la pista.

Ahora puedes presumir de conocer el secreto y la verdadera identidad de dicho mal, y sobre todo, sabes que la única manera de evitarlo es evitando que tus preciadas neuronas se pongan a platicar. Quisiera ver la cara de mi profesor si yo le contara esta verdad que acabas de leer, pero seguramente me silenciaria con un discurso completamente racional que aboliría cualquier argumento pingüinante que tuviera que ofrecer. Me conformo con que tú, linda personita que me lees lo sepas y dejes de quebrarte la cabeza preguntándote de dónde viene que no vengan las ideas.

miércoles, 29 de julio de 2015

Uber vs Taxis

Si bien es cierto que la libre competencia no es algo que realmente exista en México y en muchas partes del mundo, es algo que debería de existir porque además de que haría crecer a la empresa como marca, le brindaría a los consumidores la oportunidad de tener de dónde elegir y exigir que los artículos o servicios sean de calidad y que cumplan con lo que prometen.
Me gustaría decir que es culpa de los empresarios, pero en realidad la culpa es de todos nosotros por no exigirlo y conformarnos con lo que nos dan las empresas “lideres” en el mercado, como si nos estuvieran haciendo un favor, cuando en realidad les estamos pagando por dicho servicio u objeto. Actualmente hay un muy claro ejemplo: Uber vs taxistas.
Dentro de dicha problemática han pasado muchas cosas, la última fue el atentado (porque sí es un atentado) a unidades de Uber y sus conductores, por vándalos en las cercanías del Aeropuerto Internacional. Mientras los taxistas se echan la bolita alegando que fueron los vecinos, que ellos no tienen para nada la culpa, los daños siguen sin ser pagados. Este tipo de acciones y la falta de eficacia por parte de las autoridades no son de extrañarnos en un país donde “nunca pasa nada”.
Yo nunca he usado Uber, y sin embargo apoyo que existan, porque aunque los taxistas digan que son ilegales, muchos de ellos han actuado como verdaderos criminales. Los taxis van a seguir estando vigentes, pero debemos tomar en cuenta que si te ofrecen un servicio en el que los costos van a la alza, los beneficios a la baja, el cuidados de las unidades es pésimo y la actitud de varios de los conductores peor tantito, no era de extrañarse que apenas se pudiera la gente buscara otra opción.
Si los taxistas que han armado sus desastres fueran civilizados y competentes, la presencia de Uber los obligaría a mejorar el servicio que ofrecen, a mejorar las unidades y a buscar actuar con eficiencia. Pero como estamos en México, sólo ha funcionado para que haya más problemas que soluciones. Si realizáramos una encuesta a los usuarios de transportes individuales después de usar ambos sistemas, lo más seguro es que Uber ganaría por las características que tiene.
Lo único que queda es esperar que las autoridades hagan su trabajo y también que se le dé el lugar correspondiente a cada servicio. No es posible que sí se permita que circulen como si nada verdaderos taxis ilegales de los que no existe ningún registro y además estén coludidos con bandas delictivas, y que los servicios que tienen una estructura y servicio notoriamente mejores, tengan que padecer y hacer padecer a sus usuarios por que los “legales” no quieren que haya alguien mejor que ellos.

viernes, 3 de julio de 2015

Niñez de antes


Cuando platico con mis amigos y sale al tema alguna caricatura de las que veíamos en nuestra niñez, nunca falta la frase tuvimos una muy buena infancia, eso me pone a pensar en lo que le estamos ofreciendo a la infancia que está ahora. Los niños no han dejado de jugar en los parques porque algún gen maligno los ha privado de ese deseo, sino porque los adultos, sus padres, no se lo permiten, no se lo enseñan y prefieren que se entretenga de otro modo que les permita seguir ocupados en sus asuntos y no tener que dedicarles tiempo.
Muchas veces los padres piensan que dar lo mejor a sus hijos es darles el mejor teléfono celular, inscribirlos a la escuela más cara, darles la mejor lap top y que nunca les falte el internet. Pero por preocuparse tanto en ello se han olvidado de lo que realmente es importante y fundamental en la vida de un niño: el trato humano.
Un niño necesita de la atención de sus padres para tener confianza, para saber que puede contar con ellos y que estarán ahí en caso de necesitarlos. No hay que confundir dedicarles tiempo con sobreprotegerlos o estar como muéganos sobre el pobre niño, sino escucharlo cuando lo necesite y guiarlo para que comprenda lo que es importante y por lo que vale la pena luchar.
Cuando yo era niña, era común ver familias jugando en los parques, ahora lo es verlos caminando en las plazas comerciales. Yo jugaba con trompos, los famosos tazos, a las atrapadas y los encantados, ahora los niños tienen teléfonos celulares desde muy corta edad, demasiado como para siquiera saber lo que implica el poder descargar cientos de aplicaciones en un instante, juegan puros videojuegos en el celular. Cuando algo no iba bien en la escuela, los profesores ponían límites y enseñaban sólo lo del programa porque educados, ya estábamos desde casa; ahora los padres esperan que los profesores sean quienes eduquen a sus hijos.
Antes era muy difícil que un niño no hubiera cumplido con las tareas, porque los padres estaban al pendiente; ahora si un niño sale mal en la escuela los padres van y le echan la culpa al profesor, cuando ellos tienen una muy buena parte de la responsabilidad. Sin importar si se era niño, joven o adulto, respetaban a las personas mayores; ahora poco les importa y los casos en que personas de la tercera edad o con alguna discapacidad son víctimas de abuso por parte de los jóvenes e incluso niños, desgraciadamente han incrementado.
Antes se adoraba a los padres y se les respetaba por todo lo que hacían por nosotros, ahora los ven como banco y sirvienta a su entera disposición. ¿De quién es la culpa? Creo que la respuesta es muy clara. En el querer ser padres modernos al día con los avances tecnológicos se han olvidado de lo que los formó como personas. De nada sirve que le den todo en bandeja de plata a un niño que lo único que va a aprender es que lo tendrá todo en el momento en que lo pida, en lugar de buscar ganárselo por sus propios méritos.
La falta de guía por el poco interés de los padres es lo que genera niños que dañan a otros niños o que buscan pasar sobre los demás para conseguir lo que quieren. Mantenerlos enajenados en la TV, los celulares y computadoras es ahora una práctica habitual entre los padres. No digo que no se les puedan dar estas cosas, sino que debe de ser de forma consiente, explicándole al menor para qué y cuándo es apropiado usarlos, poniéndoles límites para que tengan actividades propias de un niño y se desarrollen como tales.
La infancia de muchos de nosotros es algo que recordamos con cariño y extrañamos los juegos de antes, las cosas que se han ido perdiendo por el boom tecnológico y el excesivo interés en ello. Por fortuna aún hay quienes están conscientes de esto y buscan que sus hijos tengan lo mejor de ambos mundos, dando prioridad a lo que hace de un niño un niño.

miércoles, 1 de julio de 2015

Landon, 2ª parte

Seguramente alguno se habrá preguntado: ¿por qué el nombre Landon? Bueno, pues fue una larga búsqueda. No quería ponerle cualquier nombre, no quería que tuviera un nombre como Pancho o Lucky (del que ya he escuchado varios). Primero pensé en ponerle el nombre de alguno de mis personajes favoritos, pero ninguno acababa de convencerme, así que pensé en ponerle el nombre de algo que tuviera que ver con lo que hago y quiero hacer el resto de mi vida: la fotografía.
Las opciones no eran tan originales como me habría gustado, aunque todas tenían una razón de estar en mi lista. Finalmente todo se resolvió cuando estaba viendo una película que tiene mucha historia para mi, tal vez algunos de ustedes ya la han visto, aunque no mencionaré el nombre. Quienes me conocen lo saben.
Uno de los personajes que aparece se llama Landon, y él mismo se describe como una persona que estaba perdida hasta que se encontró con la mujer de la que se enamoraría y a quien posteriormente perdería por una enfermedad. Mi salud no es lo que yo quisiera y últimamente había estado bastante mal. Pero el encontrarlo me hizo ver las cosas diferentes.
Muchas personas me han dicho que no lo encontré, sino que él me encontró y que tal vez yo lo necesitaba más de lo que él me necesitaba a mi. Por todo lo que ha pasado… creo que tienen razón. Su nombre significa: fuerte en la adversidad, creo que no pude haber encontrado un nombre que le quedara mejor.
Aunque es muy desastroso, me hace feliz, me acompaña cuando lo necesito y siempre está de humor para recibirme y estar conmigo cuando no tengo humor para estar con nadie más. O como cuando hace diabluras que deberían hacerme enojar pero en lugar de eso, al ver su carita de pena, da más risa que nada.
No es increíble lo que algunos seres nos hacen sentir, como nos dan su cariño de forma incondicional y sobre todo, la honestidad que hay en ellos, en su mirada y actos. Nunca pensé que tendría una mascota así de nuevo, más después de Blacky (aunque esa es otra historia).
Bueno, creo que comienzo a desviarme del tema, pero así fue como decidí llamarlo Landon, porque contra todo pronostico sobrevivió al abandono siendo apenas un recién nacido y llegó a ayudarme cuando tampoco estaba nada bien, cuando más sola me sentía.

Ambos nos encontramos, y agradezco allá sido así.

lunes, 29 de junio de 2015

Landon


El primero de Abril pasó algo que en definitiva no esperaba. Ibamos caminando por la calle, nos dirigíamos a la tienda y en lugar de ir por el lado izquierdo de la calle, decidimos ir por el lado derecho. Seguíamos en nuestros asuntos cuando escuchamos un ruido, parecía un bebé llorando. Como ahí hay unas unidades habitacionales pensamos que provenía de uno de los departamentos o del estacionamiento. Pensamos que su mamá pronto podría tranquilizar al pequeño, pero no hubo consuelo.
Conforme nos fuimos acercando el sonido fue más claro. Yo juraba que se trataba de un gato e iba viendo la barda para que no fuera a aterrizarme el felino en la cabeza. Nada pasó y el sonido se iba haciendo cada vez más fuerte. Cuando llegamos a un punto donde el sonido no podía ser más estresante me asomé a la jardinera tupida de arbustos y ramas. ¡Ahí estaba!
Una pequeña mancha negra que se esforzaba por arrastrarse por la tierra húmeda era lo que producía tan lastimoso sonido. Era un cachorro, completamente negro y solo. Esperamos fácil casi una hora, pero ninguna mamá preocupada apareció. La gente que pasaba y preguntaba qué era el sonido, reaccionaba con indiferencia cuando escuchaban “es un cachorrito abandonado”. En ese momento odie a esas personas.
Nadie llegaba y no podíamos dejarlo ahí. Así que metí medio cuerpo para poder alcanzarlo y sacarlo de ahí. El pequeño estaba frio, se le veían los huesos, aún tenía el cordón umbilical y no paraba de llorar. Lo envolví en mi bufanda y lo llevamos a casa. Al llegar me preocupaba lo que podría pasar con él, parecía no haber comido absolutamente nada y en la casa donde rento ya había una labrador.
Entramos y explicamos lo ocurrido, “no podía dejarlo ahí” era todo lo que podía decir, eso y que cuando dejara la leche le encontraría un buen hogar. Enrique salió en busca de formula láctea para cachorros y apenas volvió comenzamos a alimentarlo. Pensaba que nos constaría más trabajo porque había escuchado que no es fácil darles biberón a los cachorros, pero el pobre tenía tanta hambre y (creemos que) no había comido nada de su madre, que de inmediato se aferró al chupón.
Así pasaron los días y me hice cargo de él, de darle de comer cada 3 horas, ver que defecara y orinara, ver que no tuviera frio y darle cariño. Él siguió sin nombre hasta que la dueña de la casa fue y le explicamos lo ocurrido, al principio se mostró algo renuente, pero cuando lo vio y se dio cuenta de lo pequeño que era, dijo que podía quedarse, y aún más increíble, que yo podía conservarlo. Ya te imaginarás mi felicidad al saber que podría seguir cuidándolo y ver que siempre estuviera bien.
“Pequeño sin nombre”, como le decía cuando recién llegó, se ganó completamente mi corazón y a los 16 días abrió sus ojitos. Tenían una capa que les daba un tono ligeramente azulado, aun no veía pero cuando lo vi, no pude evitar sentir que me miraba y por fin conocía a quien sin importar si estaba ocupada o no, se encargaba de cuidarlo y estar con él. 
Continuara...