Cuando platico con mis amigos y
sale al tema alguna caricatura de las que veíamos en nuestra niñez, nunca falta
la frase tuvimos una muy buena infancia,
eso me pone a pensar en lo que le estamos ofreciendo a la infancia que está
ahora. Los niños no han dejado de jugar en los parques porque algún gen maligno
los ha privado de ese deseo, sino porque los adultos, sus padres, no se lo
permiten, no se lo enseñan y prefieren que se entretenga de otro modo que les
permita seguir ocupados en sus asuntos y no tener que dedicarles tiempo.
Muchas veces los padres piensan
que dar lo mejor a sus hijos es darles el mejor teléfono celular, inscribirlos
a la escuela más cara, darles la mejor lap top y que nunca les falte el
internet. Pero por preocuparse tanto en ello se han olvidado de lo que
realmente es importante y fundamental en la vida de un niño: el trato humano.
Un niño necesita de la atención
de sus padres para tener confianza, para saber que puede contar con ellos y que
estarán ahí en caso de necesitarlos. No hay que confundir dedicarles tiempo con
sobreprotegerlos o estar como muéganos sobre el pobre niño, sino escucharlo
cuando lo necesite y guiarlo para que comprenda lo que es importante y por lo
que vale la pena luchar.
Cuando yo era niña, era común ver
familias jugando en los parques, ahora lo es verlos caminando en las plazas
comerciales. Yo jugaba con trompos, los famosos tazos, a las atrapadas y los
encantados, ahora los niños tienen teléfonos celulares desde muy corta edad, demasiado
como para siquiera saber lo que implica el poder descargar cientos de
aplicaciones en un instante, juegan puros videojuegos en el celular. Cuando
algo no iba bien en la escuela, los profesores ponían límites y enseñaban sólo
lo del programa porque educados, ya estábamos desde casa; ahora los padres
esperan que los profesores sean quienes eduquen a sus hijos.
Antes era muy difícil que un niño
no hubiera cumplido con las tareas, porque los padres estaban al pendiente;
ahora si un niño sale mal en la escuela los padres van y le echan la culpa al
profesor, cuando ellos tienen una muy buena parte de la responsabilidad. Sin
importar si se era niño, joven o adulto, respetaban a las personas mayores;
ahora poco les importa y los casos en que personas de la tercera edad o con
alguna discapacidad son víctimas de abuso por parte de los jóvenes e incluso
niños, desgraciadamente han incrementado.
Antes se adoraba a los padres y
se les respetaba por todo lo que hacían por nosotros, ahora los ven como banco
y sirvienta a su entera disposición. ¿De quién es la culpa? Creo que la respuesta
es muy clara. En el querer ser padres modernos al día con los avances tecnológicos
se han olvidado de lo que los formó como personas. De nada sirve que le den
todo en bandeja de plata a un niño que lo único que va a aprender es que lo
tendrá todo en el momento en que lo pida, en lugar de buscar ganárselo por sus
propios méritos.
La falta de guía por el poco interés
de los padres es lo que genera niños que dañan a otros niños o que buscan pasar
sobre los demás para conseguir lo que quieren. Mantenerlos enajenados en la TV,
los celulares y computadoras es ahora una práctica habitual entre los padres. No
digo que no se les puedan dar estas cosas, sino que debe de ser de forma consiente,
explicándole al menor para qué y cuándo es apropiado usarlos, poniéndoles límites
para que tengan actividades propias de un niño y se desarrollen como tales.
La infancia de muchos de nosotros
es algo que recordamos con cariño y extrañamos los juegos de antes, las cosas
que se han ido perdiendo por el boom tecnológico y el excesivo interés en ello.
Por fortuna aún hay quienes están conscientes de esto y buscan que sus hijos tengan
lo mejor de ambos mundos, dando prioridad a lo que hace de un niño un niño.
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